El Inspector Gadget

Si has sonreído al leer el título del email de hoy, es que eres de mi generación.

Tengo muy buenos recuerdos de esta serie.

Para los que sois más jóvenes, el inspector Gadget, era un policía especial.

Para detener a los “malos”, contaba con herramientas que sólo él tenía.

Hoy lo conoceríamos con un Cyborg Policía.

Esas herramientas, eran unos artilugios (los gadgets) que salían de su conocida gabardina, para salvar una situación complicada.

Ahora mismo me viene a la cabeza el “gadgetocóptero” o por ejemplo la “gadgetosierra”.

Tenía muchas más, por supuesto, navajas, patines, brazos y piernas extensibles…

Esas eran sus fortalezas, porque, como buen personaje equilibrado, era una persona bastante torpe y despistada.

Esto que nos pintan en los dibujos, no se diferencia mucho de nuestra vida real.

Las personas tenemos fortalezas y debilidades. Cada una las suyas, pero según vas creciendo, tu entorno no te lo pone fácil y juega contigo a barajarlas, las fortalezas con las debilidades y las debilidades con las fortalezas e incluso es posible que te hagan creer, erróneamente, que como no tienes las mismas fortalezas del vecino, que le va muy bien en la vida, tu, no llegarás muy lejos.

Cuando la vida empieza a sacudirnos, a agitarnos, tomamos decisiones que muchas veces empeoran la situación y es cuando tiramos de un cliché: —si es que, yo tengo muy mal suerte—.

La realidad no es otra, que estamos confusos, y a diferencia del inspector Gadget, no sabemos qué herramienta es realmente la necesaria para una situación en concreto.

La realidad es que sólo conocemos al personaje que nos han hecho creer que somos.

Para que lo puedas bajar a tierra, te voy a poner un ejemplo.

No hace muy poco, podrían ser a lo sumo 2 años, empecé a entender, cómo era posible que no me supiese manejar en el conflicto si había crecido en una familia, donde la discusión formaba parte de nuestra manera de comunicarnos.

Tan sencillo y complicado a la vez.

No me había permitido, primero admitirlo y una vez que lo había hecho consciente, empezar a aceptar esa parte de mí que había ocultado toda mi vida, que yo no tenía mala leche, que yo no era una persona amargada, pero crecer en un entorno de comportamiento predominante racional, cuando el mío es predominantemente emocional, no supe gestionarlo y mi forma de rebelarme era la confrontación, pues con 14-16 años, eso de gestionar emociones era muy complicado.

Crecí obsesionada con gestionar mis emociones y no por mí, sino por la creencia de que tenía que dejar de ser tan amargada.

Es posible que entiendas lo que te cuento o también es posible que no, pues a lo mejor a ti te han hecho crecer con otro personaje, sea cual sea, descubre quién hay detrás y tus decisiones, como por arte de magia, comenzarán a llevarte a un mejor lugar.

P.D. Hay que diferenciar mala leche de tener las cosas claras y querer defenderlas.

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